Patricia Rebolledo Montecinos:
Una vida dedicada al servicio y la comunidad universitaria
En 1992, una joven Patricia, con poco más de veinte años, casada y madre de una pequeña hija, ingresaba a su primer trabajo en la Universidad Católica de Temuco, iniciando una travesía que marcaría profundamente su vida. Con una mezcla de nervios y expectativas, comenzó su labor en la Facultad de Educación, donde desde el primer día dejó una huella imborrable entre sus colegas y estudiantes. Lo que ella no imaginaba en ese momento, era que esta institución se convertiría en su segundo hogar, un lugar donde construiría no solo una carrera, sino un legado de servicio y compromiso, con lazos fraternos que hasta el día de hoy siguen vigentes.
Sus primeros años en la casa de estudios fueron de intenso aprendizaje. Como parte del equipo administrativo de la facultad, se enfrentó a la tarea de manejar procesos masivos en una época en la que la tecnología aún no facilitaba las labores. “Todo se hacía en planillas, a mano”, recuerda con una sonrisa. Fue en esos años cuando aprendió el valor del trabajo en equipo y la importancia de cada pequeño detalle en la educación de los futuros profesionales. Su labor no solo consistía en tareas administrativas, sino también en apoyar a los estudiantes y docentes en todo lo que necesitaran, formando parte de los cimientos de una comunidad unida y colaborativa.
El salto a la era digital
Con el tiempo, la UC Temuco comenzó a modernizarse, y Patricia fue una de las pioneras en adaptarse a los nuevos desafíos tecnológicos. En su paso a la Dirección de Informática, aprendió a usar los primeros computadores, a trabajar con programas como Word, Paint y Excel, y a digitalizar procesos que hasta entonces se hacían manualmente. “Tuve que aprender de cero, pero siempre he creído que nunca es tarde para aprender, cada día se aprende algo nuevo”, comenta, subrayando su espíritu de superación. Este proceso de adaptación no fue fácil, pero su determinación y ganas de mejorar la llevaron a convertirse en una pieza clave en la modernización de los sistemas administrativos de la Universidad. Su capacidad para aprender y enseñar a otros la convirtieron en una figura de referencia dentro de su equipo de trabajo.
Recuerda con especial orgullo cómo su disposición para aprender nuevas herramientas tecnológicas fue un ejemplo para muchos de sus colegas. “Cuando me cambié de la Facultad de Educación, al Centro de Computación, ya habían implementado los computadores básicos, en ese entonces fui secretaria de esa unidad, y aunque todavía había mucha escritura a máquina, con el tiempo llegaron los computadores y tuve que aprender a usarlos”, explica. Este enfoque proactivo no solo le permitió sobresalir en su trabajo, sino que también inspiró a otros a seguir su ejemplo. “Hubo un profesor de la Facultad de Educación que me había enseñado. Me pasó un libro y tenía que revisarlo para aprender, tuve que aprendérmelo de memoria”, añade, recordando cómo superó los desafíos iniciales con esfuerzo y dedicación. Esta actitud colaborativa y su disposición para compartir conocimientos consolidaron su rol dentro de la Universidad.
La Comunidad Universitaria: “más que un lugar de trabajo”
La UCT no solo ha sido un espacio laboral, sino una verdadera comunidad. Desde sus inicios en la casa de estudios, Patricia se integró en distintas actividades extralaborales. Participó activamente en el equipo de fútbol femenino, con su rol como arquera en campeonatos; todo esto, junto a amistades formadas entre pasillos y oficinas, han sido pilares fundamentales a lo largo de su carrera. “El apoyo que recibí de mis colegas, especialmente en momentos difíciles, como la pérdida de mi hijo Rafita, fue algo que nunca olvidaré”, “transformar el dolor en cariño” comparte con la voz cargada de emoción. Estas experiencias no solo fortalecieron su vínculo con la institución, sino que también le permitieron devolver el apoyo recibido, convirtiéndose en un ejemplo de resiliencia y superación para quienes la rodean. Patricia se involucró en múltiples actividades extracurriculares, desde talleres de fotografía hasta actividades al aire libre, siempre buscando maneras de integrarse y apoyar a su comunidad universitaria, las que le ayudaron a superar junto a la comunidad, este momento tan difícil.
La comunidad universitaria se ha mantenido unida a pesar del crecimiento de la institución en los últimos años, situación que Patricia comenta con satisfacción. “Aunque la Universidad ha crecido mucho, siempre ha habido un ambiente familiar. Eso es algo que todos valoramos”. Para ella, el sentido de pertenencia y la solidaridad entre colegas han sido esenciales para mantener una atmósfera positiva. “A lo largo de los años, he visto cómo las personas se apoyan mutuamente, no solo en lo laboral, sino también en lo personal. Es algo que me enorgullece de esta Universidad”, añade con convicción. Este sentimiento de comunidad ha sido un motor en su vida profesional, motivándola a contribuir y participar activamente en la vida universitaria.
“A lo largo de los años, he visto cómo las personas se apoyan mutuamente, no solo en lo laboral, sino también en lo personal. Es algo que me enorgullece de esta Universidad”,
Reconocida por sus pares por representar los valores institucionales

En 2020, Patricia Rebolledo recibió uno de los más altos honores que la Comunidad de la Universidad Católica de Temuco puede otorgar: la Medalla Monseñor Menchaca Lira, un reconocimiento por su trayectoria, servicio y por cumplir integralmente con los valores de la institución. “Fue una sorpresa, un momento muy emotivo para mí y para mi familia”, recuerda. Ese reconocimiento no solo fue por su profesionalismo, sino también por la empatía, el apoyo y la calidez que ha brindado a lo largo de los años a quienes la rodean. “Creo que lo que más valoraron fue mi capacidad de estar presente para los demás, de apoyar cuando más se necesita”, reflexiona. Este premio no solo marcó un hito en su carrera, sino que también reafirmó su compromiso con los valores que siempre ha promovido: el trabajo en equipo, el respeto y la solidaridad. Para Patricia, recibir la medalla fue una muestra de que su dedicación y esfuerzo habían sido reconocidos por sus pares y superiores, un reflejo de su profunda conexión con la Universidad.
También rememora con gratitud el momento en que se enteró de que había sido seleccionada. “Cuando recibí la llamada diciéndome que me habían otorgado la medalla, no lo podía creer. Fue un reconocimiento que no esperaba, pero que me llenó de orgullo y gratitud”, comparte. Este reconocimiento fue un reflejo de la constancia y la dedicación con la que ha trabajado durante años. “Cuando finalmente me dijeron que había sido seleccionada, sentí que todo el esfuerzo y la dedicación silenciosa valieron la pena”, concluye Patricia, con la humildad y modestia que la caracterizan.
Un Legado de Amor y Servicio
Hoy, después de más de 30 años en la Universidad, Patricia continúa trabajando con el mismo entusiasmo del primer día. Su legado no se mide sólo en los procesos que ha ayudado a implementar o en los estudiantes y colegas que ha apoyado, sino en los valores que ha inculcado en su familia y en la comunidad universitaria. “Siempre he creído que, con fe, amor y dedicación, se pueden superar todos los obstáculos”, dice con una sonrisa que refleja una vida de servicio y entrega. Su historia es la de una mujer que ha sabido equilibrar su vida personal y profesional, que ha enfrentado desafíos con valentía y que ha encontrado en la Universidad un espacio para crecer y contribuir. Patricia sigue participando activamente en las actividades de la Universidad, buscando siempre nuevas maneras de aportar y de mejorar su entorno.
Su rol como esposa, madre y abuela es tan significativo como su carrera en la Universidad. Su matrimonio de más de tres décadas ha sido un pilar de estabilidad y apoyo mutuo, especialmente en los momentos de adversidad. Patricia y su esposo han reforzado en su hija Carold y en sus nietos Franco y Diego una nueva fuente de alegría y propósito. “Mi familia es mi mayor tesoro. Hemos pasado por mucho, pero siempre hemos salido adelante juntos. Mis nietos son una fuente constante de felicidad, y me esfuerzo por estar presente en sus vidas, enseñándoles los mismos valores que mis padres me inculcaron”.
La vida de Patricia Rebolledo Montecinos es un ejemplo de cómo la dedicación, la resiliencia y el amor por la comunidad pueden transformar no sólo una carrera, sino también la vida de quienes la rodean. Su felicidad y entrega son un aporte fundamental para la comunidad UCT, reflejado en su trabajo y en el corazón de quienes trabajan y han trabajado a su lado.
José Manuel Brito
Periodista
Dirección de Comunicación y Medios
Vicerrectoría de Vinculación y Compromiso Público
Universidad Católica de Temuco